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ARRIBA EL SUELO

El suelo es un recurso natural fundamental para la vida, que exige un adecuado manejo para optimizar su rendimiento y al mismo tiempo pretendemos conservarlo. En ese plan, se debe tener en cuenta que los nutrientes de nuestros campos son un recurso no renovable, como el petróleo, el gas o el agua dulce y en la actualidad, en términos generales, existe un balance negativo de los nutrientes del suelo debido a las bajas tasas de reposición, lo cual determina índices crecientes de susceptibilidad al empobrecimiento.

Por cada tonelada de soja cosechada, entre otras sustancias, estaremos extrayendo del suelo unos 80 kg. de nitrógeno y 30 de potasio.

Los suelos argentinos, desde su origen, generalmente están muy bien provistos de potasio, pero la permanencia del nitrógeno, de un modo que resulte disponible por los cultivos, es lábil y obedece a un ciclo natural, que podríamos analizarlo partiendo de la fuente de dicho elemento contenida en el aire, ya que el aire es una mezcla de gases en la cual el nitrógeno interviene en un 75 %.

Solamente a título ilustrativo, menciono que las tormentas eléctricas son uno de los mecanismos naturales que ponen al nitrógeno en estado disponible para nutrir a los vegetales, pero debo decir que no es el más importante y que hay otros que tampoco son el objeto de este artículo.

La humanidad lleva siglos de explotación agropecuaria y durante ese tiempo, se alcanzaron progresos extraordinarios hasta llegar al actual desarrollo, en que constituye una actividad económica de primer orden. Luego tiene una historia que de vez en cuando conviene revisar para comprender la situación actual.

Veamos algo de eso. La principal adversidad que debieron enfrentar los antiguos inmigrantes, fue la explotación despiadada que sufrieron de parte de las diversas instancias que intervienen en el negocio del campo, muchas de las cuales hoy constituyen el “comando” de la “protesta” del agro. En este punto hablo de los propietarios de la tierra, de las empresas monopólicas acopiadores de cereales y hablo de los transportes. Solamente quedó neutralizada tal adversidad, cuando en franca actitud de grandeza patriótica se implementaron soluciones originales argentinas, adecuadas para problemas argentinos, como lo fueron el congelamiento de arrendamientos y aparcerías; la creación de la Junta Nacional de Granos, sucesora del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio; la institución del “precio sostén” para las cosechas; las facilidades para el acceso a la propiedad de la tierra; el fomento de las cooperativas de productores; la nacionalización de los ferrocarriles y la creación de una flota naval que hiciera posible la venta de nuestra producción, en el mercado del mundo que nos fuera más favorable. La coordinación de las medidas que he señalado, quiero destacar que constituyen una “reforma agraria”, pero eficaz. Corresponde entonces hacer memoria de lo que fueron aquellos tiempos, analizar conceptos y consiguientemente dejar de lado las anécdotas que procuran instalar los medios de comunicación, cada vez que los llaman “los abuelos”. Ningún otro resultado persigue la difusión del latiguillo “luchamos por la memoria de nuestros sacrificados abuelos”, porque ellos fueron en su momento holgadamente reivindicados.

A continuación pecaré de abrumador por extenderme demasiado en estas consideraciones, pero pasaré a referir la influencia de cada uno de los factores adversos que dificultaron el desarrollo de la agricultura e impidieron que los beneficios de esta actividad alcanzaran al mayor número posible de argentinos. Quien ya los conozca puede soslayar su lectura y quien pretenda tomarlos como base para un análisis más exhaustivo, deberá corroborar los datos con mayor precisión, porque mis citas salen de mi memoria y mi carácter es exclusivamente de “francotirador” en estos temas, con lo cual queda dicho que no cuento con un “equipo de investigadores”, aunque sí garantizo la honestidad en los conceptos.

CONSECUENCIA DE LA ACTITUD COMERCIAL DE LAS EMPRESAS ACOPIADORAS.

Durante aquellos años en que la agricultura estuvo a cargo de los “abuelos inmigrantes” cuya memoria hoy se declama defender, el cereal más importante era el trigo. Por ese motivo utilizaré referencias a ese cultivo para los ejemplos, sin omitir destacar que el trigo argentino estuvo y está entre los mejores del mundo. Sobre todo el trigo duro, cuya harina es mejoradora en los cortes con otros trigos, a los fines de aprovechar sus excelentes condiciones para la panificación. Por su parte el trigo candeal argentino también es de excelente calidad para la fabricación de pastas a consumir hervidas.

El precio de venta de este cereal es fijado luego clasificarlo de acuerdo con “estándares” de calidad y que toman en cuenta principalmente su peso hectolítrico y resultará castigado con descuentos si presenta ciertas averías. Para tal fin se procede a un análisis que el chacarero confiaba a la acopiadora, de manera que quedaba expuesto a cobrar un importe que nunca sabría si era lo justo. Dicho en buen romance, las compañías Bunge y Born y Louis Dreyfus, que concentraban la casi totalidad del comercio de granos, le pagaban lo que querían.

Más tarde fue la extinguida Junta Nacional de Granos el organismo encargado de realizar análisis con valor legal y el que fijaba un precio llamado “sostén” para los cereales, de manera que los acopiadores privados nunca podían liquidar menos que el sostén, porque obviamente el chacarero hubiera optado por vender a la junta.

CONSECUENCIA DE LOS MEDIOS DE TRANSPORTE EN MANOS DE EMPRESAS BRITÁNICAS.

Habría que gastar muchos litros de tinta para escribir sobre el perjuicio ocasionado a la nación por los mentados “ferrocarriles ingleses”, cosa que ya hizo Raúl Scalabrini Ortiz. Para mencionar lo atinente al comercio de cereales, debo decir que aplicaron tarifas diferenciales en función de los rendimientos potenciales de la zona de producción. De tal manera, un producto procedente de zonas de alto rendimiento, debía pagar más flete por ese solo motivo, aunque la carga recorriera menos kilómetros.

Otra muy distinta fue la situación al producirse la nacionalización del sistema ferroviario, porque las tarifas dejaron de perseguir fines de lucro, para pasar a representar un poderoso factor de fomento. Además el control estatal permitió establecer un reglamento que fue conocido como “Nuevo orden Justicialista para el suplido de vagones” que establecía la siguiente prioridad “Se otorgará un vagón de carga a la empresa acopiadora, después de haber suplido dos a productores o cooperativa de productores”.

Las medidas señaladas podrán ser vistas por cualquier argentino de buena voluntad, como una verdadera reforma agraria, pero eficaz, mucho más si se tiene en cuenta que se congelaron los valores de las aparcerías rurales y los arrendamientos y constituyeron un verdadero salvamento para los antiguos agricultores. Del mismo modo que con la actual regulación de precios por medio de las retenciones, se puso énfasis en el bienestar del pueblo, como lo demuestran estos datos comparativos tomados en los dos períodos de posguerra:



AÑO 1918

Trigo $/Quintal 4,00
Pan $/Kg 1,00

AÑO 1949

Trigo $/Quintal 23,50 (5oo% de beneficio al productor)
Pan $/Kg 0,55 (45% de beneficio al consumo)

Aunque pueda tener mi propia preferencia, no quiero decir acá cuál debería ser la actitud de la nación frente al hecho incontrastable representado por que por cada tonelada de soja que se exporta, el suelo entrega los 80 kg de nitrógeno y 30 de potasio (más otros nutrientes), pero sí pretendo señalar que es una cuestión a resolver. Para poner un número que cuantifique de qué hablamos, debo decir que el valor de los minerales del suelo que se exportan supera los 1.500 millones de dólares. Sospecho que las autoridades del gobierno democrático están bien orientadas, pero ha quedado demostrado que será necesario una acumulación de poder superior a la representada por el resultado de las elecciones, al menos lo es para enfrentar a la prepotencia de la oligarquía.

Quizá alguien más aventurado que yo, se atreva a calificar como traición a la patria, en mi caso hablo de sospecha frente a la siguiente duda:

¿Por qué no hubo protesta legítima cuando se disolvió la Junta Nacional de Granos?

¿Por qué callaron cuando 38.000 dominios agropecuarios estaban siendo rematados? ¿Será que en tales circunstancias solamente vieron una posibilidad de aumentar su patrimonio comprándolas a precio vil?

¿Puedo creer que la junta competía con las aspiraciones comerciales monopólicas del sector que hoy asume la conducción de la protesta y les convino que desapareciera?

¿Por qué debieron apelar a medios coercitivos violentos muy parecidos a cualquier acción desestabilizadora? ¿Será porque debieron forzar la voluntad de los pequeños productores que conservan la memoria de lo expresado en este artículo y saben muy bien qué les conviene?

¿Está permitido que los ciudadanos de a pie pongamos en duda que los dirigentes rurales estén asumiendo la defensa de los intereses de los fruticultores, históricamente explotados por las plantas de empaque? ¿O de los tamberos que tributan a las usinas lácteas? ¿O de los avicultores subsidiarios de la genética, los balanceados y otros insumos provistos por monopolios extranjeros? ¿Por qué a estos últimos se los privó de la genética avícola desarrollada por el INTA en un extraordinario esfuerzo de investigación y no se sintió protesta alguna sobre ese punto fundamental?

Cualquiera que me haya leído antes sabrá de la referencia que tanto me gusta tomar frente a estos dilemas ¿Qué hubiera hecho el General San Martín en un caso así? Dispénseme el lector de decirlo yo, porque todos sabemos que el padre de la patria castigó severamente traiciones mucho menores que esta.


Considero altamente probable que citricultores, tamberos, avicultores, pequeños productores, etcétera, estén viendo en este gobierno un aliado en el sueño por recuperar el destino de grandeza que Dios debe tener previsto para la patria. Porque las poderosas corporaciones están en condiciones de defenderse por si mismas, en función del poder con que cuentan, a los ciudadanos comunes el único recurso que nos queda es congregarnos en torno a la política, para el bien de todos.

En este caso cuya discusión propongo, quizá más que en cualquier otro, es procedente el concepto de que "Dios es el prójimo" y la demanda de alimentos de los pueblos del mundo se corresponde con la volutad de hierro de ofrendar con amor, antes que con un subalterno y sacrílego cálculo de utilidades comerciales especulativas.

Falso Donante

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